
Dr. Raúl Salmerón Ríos
Médico de Familia, Responsable GdT Salud Pública de SEMG
Cuidamos a todos, ¿quién cuida de nosotros?
La Medicina de Familia es la puerta de entrada al sistema sanitario. Solemos ser los primeros en ver al paciente, los que le escuchamos, diagnosticamos, tratamos y, muchas veces, acompañamos hasta el final. En nuestras consultas confluyen la angustia del dolor físico, la ansiedad de lo desconocido y la necesidad urgente de respuestas. Cuidamos de todos. Pero en medio de esta entrega constante, surge una pregunta inevitable: ¿quién cuida de nosotros?
En los últimos años, hemos sido testigos de una sobrecarga creciente en las consultas de Atención Primaria. La pandemia de COVID-19 solo vino a acelerar y visibilizar una crisis que llevaba años gestándose: agendas desbordadas, burocracia asfixiante, escasez de profesionales, expectativas sociales elevadas y una percepción de abandono institucional. Nos hemos convertido en equilibristas, intentando ofrecer una atención de calidad en condiciones que muchas veces rozan lo precario.
Y, sin embargo, seguimos. Porque amamos nuestra profesión. Porque sentimos que marcamos una diferencia real en la vida de las personas. Porque creemos en la medicina cercana, humana e integral. Pero este compromiso tiene un precio, y ese precio es la salud —física, mental y emocional— de quienes sostenemos el sistema desde la base.
Cada vez son más frecuentes los casos de compañeros que sufren agotamiento, ansiedad, síndrome de burnout. Algunos abandonan. Otros siguen por inercia, desconectados, automatizados. La vocación, por sí sola, ya no basta. Necesitamos condiciones dignas, tiempo y reconocimiento. Necesitamos que se nos escuche no solo cuando la situación es crítica, sino de forma estructural y sostenida.
Hablar del autocuidado en los profesionales sanitarios no es un lujo, es una necesidad urgente. Pero el autocuidado no puede ser una responsabilidad exclusivamente individual. No basta con recomendar meditación, ejercicio o desconexión digital si seguimos manteniendo agendas desbordadas. No es coherente hablar de resiliencia cuando el entorno es sistemáticamente hostil. Necesitamos un enfoque estructural, institucional y colectivo del cuidado hacia quienes cuidan.
¿Cómo podemos construir un sistema que proteja a sus profesionales? En primer lugar, reconociendo nuestro valor. El Médico de Familia no es un recurso prescindible ni fácilmente reemplazable. Somos fundamentales para la sostenibilidad del sistema. Merecemos condiciones laborales justas, espacios de participación real en la toma de decisiones y políticas de salud que prioricen la Atención Primaria como columna vertebral del modelo sanitario.
En segundo lugar, impulsando programas de apoyo psicológico y emocional accesibles, confidenciales y sin estigmatización. Necesitamos poder hablar de nuestras emociones, de nuestras dudas, de nuestras caídas. Necesitamos sentir que no estamos solos. Que es legítimo pedir ayuda. Que cuidarnos no es debilidad, sino una forma de seguir cuidando.
En tercer lugar, promoviendo una cultura sanitaria más humana y colaborativa, menos centrada en el rendimiento y más en el bienestar. Que valore la escucha, la pausa, la empatía. Que no mida la eficacia solo en número de actos, sino en calidad de las relaciones, en prevención, en continuidad. Que comprenda que un médico agotado no puede cuidar bien, y que invertir en el bienestar de los profesionales es, en última instancia, cuidar mejor a la población.
Que no mida la eficacia solo en número de actos, sino en calidad de las relaciones, en prevención, en continuidad.
La Salud Laboral debe ocupar un lugar central en las políticas sanitarias. No podemos seguir ignorando los riesgos psicosociales a los que estamos expuestos: jornadas interminables, falta de conciliación, presión asistencial, agresión verbal e incluso física. Es imprescindible que se implementen protocolos efectivos de prevención, evaluación y actuación ante situaciones de riesgo. Y esto incluye también una mayor implicación de los servicios de prevención y salud laboral, que deben dejar de ser estructuras meramente administrativas para convertirse en verdaderos aliados del bienestar profesional.
En este contexto, los sindicatos juegan un papel crucial. Son la voz colectiva que puede canalizar nuestras demandas y presionar para lograr cambios reales. Más allá de afiliaciones o ideologías, necesitamos estructuras fuertes, activas y comprometidas con la defensa de la dignidad profesional. No podemos permitir que la defensa de nuestros derechos sea vista como un acto egoísta o corporativista. Exigir condiciones laborales justas no es un privilegio: es una necesidad para garantizar una atención segura, ética y sostenible.
La Medicina de Familia debe recuperar su dignidad. Y eso pasa también por reconocernos a nosotros mismos: nuestras limitaciones, nuestras emociones, nuestras necesidades. Rechazar la figura del médico invulnerable no es un fracaso, es un acto de valentía. Es asumir que, para cuidar bien, también debemos ser cuidados.
También es importante cuestionar el modelo actual de formación médica, que en muchas ocasiones refuerza la idea del sacrificio sin límites como virtud. Desde los primeros años de residencia, se naturaliza el exceso de horas, la carga emocional y la falta de descanso. Debemos reformular los valores con los que formamos a las nuevas generaciones de médicos: fomentar la compasión hacia uno mismo, la gestión emocional y la conciencia del límite.
A menudo, cuando hablamos de humanizar la medicina, pensamos en cómo tratamos a los pacientes. Pero es hora de ampliar esa mirada y preguntarnos cómo nos tratamos a nosotros mismos y entre colegas. ¿Nos damos permiso para descansar? ¿Nos apoyamos en los momentos de dificultad? ¿Somos capaces de detectar las señales de alarma en un compañero?
Hace falta valentía para alzar la voz. Para decir basta. Para exigir cambios. Pero también hace falta comunidad. Redes de apoyo entre compañeros, espacios de reflexión compartida, alianzas entre profesionales y ciudadanía. No estamos solos. Somos muchos los que creemos que otro modelo es posible.
Cuidamos a todos. Ahora es tiempo de responder con la misma pregunta con la que empezamos: ¿quién cuida de nosotros? La respuesta no puede seguir siendo el silencio. Debe ser el compromiso —individual, colectivo e institucional— de construir una medicina más justa, más humana, más sostenible. Por nosotros. Por nuestros pacientes. Por el futuro de una Atención Primaria que no se rinde, pero que ya no puede seguir resistiendo en soledad.
Las opiniones, creencias, o puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan los de Boehringer Ingelheim España, S.A
DOC.6013.062025