
Dra. Ruth Martín De Diego
Ser médico de familia en una consulta de Atención Primaria en un pueblo con alta demanda de Castilla-La Mancha
Ser médico de familia en Castilla-La Mancha, en un pueblo pequeño, con su plaza, su bar, su iglesia, y su centro de salud, es una mezcla entre ejercicio de vocación, prueba de resistencia psicológica y maratón emocional. Quien se adentra en la Atención Primaria rural sin preparación, pronto se encuentra con que la teoría universitaria y los protocolos no bastan. Aquí hace falta temple, empatía, firmeza y una gran dosis de sentido del humor. Sobrevivir no es sencillo, pero sí posible. Cada vez somos menos los que seguimos en la trinchera para quedarnos.
La consulta es infinita y existe un universo paralelo a la agenda de la que disponemos y consultamos al llegar cada mañana. Empiezas el día con una agenda que ya es irreal: 48 pacientes citados. Sabes que no es ni el 70% de lo que te espera.
A partir de las 10:30 am empiezan los "no tengo cita pero vengo por si me puedes mirar", los "es una cosa rápida", los acompañantes que también traen su dolencia (porque ya que están ...), y los que vienen a recoger recetas, informes, volantes o simplemente a hablar porque usted es el único que me escucha". Las agendas están pensadas para atender en 5 minutos, pero en realidad cada paciente viene con 3 ó 4 demandas encadenadas: dolor lumbar, la tensión, el hijo con fiebre, la solicitud de analítica “ya que estoy”, la revisión del volante del reumatólogo… todo en una misma cita. Es imposible gestionarlo en ese tiempo (5 minutos).
Terminas haciendo medicina de supervivencia y te toca aprender a gestionar expectativas. Intentas concienciar al paciente con poco éxito... “hoy no nos da tiempo a todo, pero prioricemos lo más importante”. Es vital no cargar con la culpa de la situación. El sistema no está diseñado para lo que tú haces cada día. Tú solo intentas humanizarlo.
El paciente híper demandante es una constante inevitable. En cada pueblo, hay varios pacientes que conocen sus derechos sanitarios… y los ejercen con intensidad. Son expertos en exigir medicamentos, derivaciones, pruebas, partes de baja, certificados imposibles, incluso atención fuera de tu horario. TODO VALE. Pueden ser insistentes, desafiantes, manipuladores, o directamente agresivos. Algunos utilizan frases como: “Pues en urgencias me lo mandan sin problema”,“Ya lo he hablado con el alcalde”, o el clásico “si no me lo da, le pongo una hoja de reclamaciones”. Estos pacientes consumen tiempo, energía y estabilidad emocional. Y están todos los días, o casi todos.
Por experiencia, lo mejor es no entrar en el juego. No ceder a la presión. Se puede usar el respaldo del protocolo clínico como escudo y ancla. Hay que documentar absolutamente todo en la historia clínica (nuestra única herramienta para defendernos delante de un juez), y cuando sea necesario, derivar el caso a dirección médica o solicitar presencia policial si hay amenazas o agresividad.
hoy no nos da tiempo a todo, pero prioricemos lo más importante
El conflicto se termina estableciendo como rutina. La conflictividad no es solo individual. A veces es un ambiente y muy contagioso, casi viral. Hay pueblos donde la relación con el centro de salud está mediatizada por años de desencuentros y expectativas incumplidas. Basta con llegar tarde una mañana por haber atendido una urgencia domiciliaria para que te miren mal toda la semana.
No es de sorprender si un comentario sobre ti circula por el bar o por el supermercado antes de que hayas terminado la jornada. Incluso que organicen puntos de recogidas de firmas para intentar echarte de tu puesto de trabajo por el mero hecho de NO ser complaciente. Esto es frecuente en sitios de pocos habitantes donde la gente tiene a reunirse en las calles, bien silla de tijera en mano en la puerta de sus casas juntando varias de forma confluente o bien, en la plaza del pueblo por las mañanas, según salen de hacer la compra, de retirar medicamentos de la farmacia o de recados varios. Cualquier ubicación es susceptible de convertirse en un punto caliente de crítica y desahogo hacia los profesionales en particular o de la sanidad en general .. “qué mal está todo”, “esto no es lo que era”, “cuando estaba don Ramón esto no pasaba”, “tardan 2 días en darte cita porque no hay huecos y luego vas al centro de salud y no hay nadie”, “llamas a la puerta de la consulta y pasas y no están haciendo nada” … Mi consejo en estas situaciones es que hay que ser coherente, constante y justo. Aunque cueste, hay que intentar no responder con ironía ni con sarcasmo (aunque lo tengas en la punta de la lengua).
Otro problema que tenemos es el aislamiento del profesional rural. A veces el consultorio local solo dispone de un médico y un enfermero, en otros casos el equipo muy reducido lo que implica una carga emocional difícil de explicar. No hay desahogo, no hay tiempo para debatir dudas. Las decisiones las tomas tú, a solas, muchas veces sin apoyo de la atención especializada hospitalaria. El riesgo de “despersonalización” es alto. Empiezas a funcionar en modo automático. El burn-out acecha y puedes acabar pasando consulta con el piloto automático puesto.
Manejar la frustración no es sencillo. Requiere inteligencia emocional, autocuidado, límites claros y una profunda revisión de expectativas. Lo primero es validar lo que sientes. No estás siendo débil ni poco profesional por sentirte frustrado. Recibir quejas constantes (muchas de ellas injustas o malintencionadas) afecta. El sistema te sobrecarga, te deja sin herramientas y luego te responsabiliza de las consecuencias. La gente descarga en su médico el malestar general con el sistema, con sus enfermedades, con sus miedos o su situación vital. No podemos buscar aprobación constante (no la vas a tener) . Un error frecuente que nos quema como médicos es el deseo de caer bien a todo el mundo, de que todos estén satisfechos con nuestra atención.
Pese a todo, sigo creyendo que esta es la profesión mas bonita del mundo, la medicina, y en concreto, mi especialidad, medicina familiar y comunitaria. Seguiré luchando por mantenerla en lo más alto que para eso hemos estudiado 10 años. Que no caiga en saco roto todo aquello que nos inculcaron nuestros tutores cuando hicimos los 4 años de especialización.
Las opiniones, creencias, o puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan los de Boehringer Ingelheim España, S.A
DOC.6023.102025